En la década de los 80, el actor norteamericano Steven Seagal era un destacado maestro de las artes marciales. En su juventud, en los años 60, comenzó a entrenar en la especialidad de Karate Do, estilo Shotokan, luego aprendió el modo Shito Ryu y participó en exhibiciones junto a sus maestros.
Más tarde perfeccionó sus destrezas y se convirtió en un experto en la disciplina de Aikido, viviendo incluso algunos años en Japón.
Con un cinturón negro bajo la manga, Seagal regresó a su país natal y aunque sabía que su meta era Hollywood, se convirtió en entrenador de artes marciales, mientras llegaban papeles importantes en la industria cinematográfica.
Cumpliendo este rol de instructor, Seagal tuvo la oportunidad de enseñar herramientas de defensa personal y ataque al destacado actor escocés Sean Connery, ganador de un premio Oscar.
Para el momento, Connery preparaba su papel de James Bond en la película Nunca digas nunca jamás (1983), un remake encubierto de Operación Trueno.
El artista escocés asumió con tanta responsabilidad su rol del agente 007 que quiso perfeccionar sus movimientos de ofensiva para garantizar el éxito del filme, y sin duda tuvo un entrenador de lujo.
En medio de los adiestramientos, Connery se lesionó la muñeca, presuntamente como consecuencia de un movimiento brusco que le enseñaba Seagal, pero se recuperó pronto y comenzó a grabar.
La película Nunca digas nunca jamás significó el regreso de Connery como el agente del servicio secreto británico James Bond, después de 12 años de retiro, tras participar en la séptima producción de esta saga identificada como Los diamantes son eternos.
El título de la película fue decidido a propósito de una frase pronunciada por Connery en el año 1971, cuando aseguró que nunca más sería James Bond, a propósito de que ya había interpretado el rol seis veces.
Para el momento, Bond contaba con 52 años de edad, por eso en la historia su papel luce intencionalmente con unos años más, en comparación con las anteriores.
36 millones de dólares fueron destinados para esta película que recaudó 160 millones de dólares en taquilla. La crítica aplaudió la película que fue un total éxito a nivel comercial. Connery se lució una vez más y su entrenador se mostró satisfecho.