Por lo general siempre hay un antes y un después en la vida profesional de quienes se dedican al mundo de la actuación y es una determinada película la que le da ese empujón para destacar.
En el caso de Samuel L. Jackson ese espaldarazo se lo dio el film Pulp Fiction en 1994, cuando el estadounidense batallaba con su adicción a las drogas, una piedra que se le atravesó en su camino y le impedía avanzar.
Se trataba de la trigésima película del actor, donde le dio vida al gánster Jules Winnfield, un personaje que Quentin Tarantino escribió específicamente para su amigo Jackson y que lo proyectó a la fama internacional.
A este reconocimiento mundial, que no llegó hasta que Jackson cumplió 40 años, se sumó el hecho de que el actor superó el consumo de estupefacientes y se le abrieron todas las puertas, contabilizándose hasta ahora más de 120 películas, cuando está a seis meses de cumplir los 70 años.
Un caso curioso en la trayectoria del actor fue que interpretó un gran papel en 1990 en la película Fiebre Salvaje, dirigida por Spike Lee, donde le dio vida a un individuo iracundo y vulnerable, adicto a las drogas.
Para entonces Jackson estaba en rehabilitación y, a pesar de que sus médicos y familiares estaban renuentes a que se metiera en esa piel por temor a una recaída, el actor siguió con su proyecto.
Su actuación fue tan real que pasó más allá de la pantalla, debido a su naturalidad. Fue tanto el éxito que el Festival de Cine de Cannes 1991 creó una distinción especial solo para Jackson, como actor de reparto.
Una muestra de lo que representa Jackson para la industria cinematográfica está en el Paseo de la Fama de Hollywood en Los Ángeles, donde el 13 de junio de 2000 fue reconocido con una estrella, como tantos otros de sus colegas.
Asimismo en el año 1991 fue reconocido por el Libro Guinness de los Récords como el actor más taquillero de la pantalla grande.