La infancia de la actriz Drew Barrymore fue muy complicada. En los primeros años de su vida el consumo de alcohol y las drogas fueron los protagonistas. A los 14 años, ya tenía experiencia en centros de rehabilitación e instituciones siquiátricas.
De hecho, es un conocido ejemplo de lo alto que se paga el precio de la fama, pero ella ahora hurga de un modo más íntimo y aleccionador sobre los hechos que la convirtieron en la niña más escandalosa de la década del 80.
Mientras que su país, extasiado con su hermosura, la coronaba como “la novia de América”, ella tenía una vida que parecía todo menos la de una niña. Sus fanáticos solo eran adultos, puesto que no les gustaba a los demás infantes, e incluso contó que jamás tuvo un amigo.
La ahora también productora y empresaria explicó que su juventud fue difícil porque no tuvo el respaldo de sus padres. Y no quiere repetir eso con sus hijas Olive y Frankie. Eso la perjudicó, pero luego se convirtió en la mayor fortaleza para su vida adulta.
Para ella, la época del colegio fue un infierno porque era la gordita de la clase de la que todo el mundo se reía. Pero piensa que ese sufrimiento le hizo llegar a donde está ahora: "Son precisamente los niños que sufren en clase los que después triunfan en la vida. La gente más divertida, más artística, es aquella que lo pasa mal en el colegio porque aprende de sus historias, de su infancia difícil”.
Aunque no tuvo una familia convencional, Drew se siente muy protegida por sus amigos, que son sus principales apoyos en la vida. Su padre murió como un drogadicto de la calle y con su madre habla muy poco. Por muchos años no supo cómo sentirse con ella. "Es muy doloroso tener sensaciones encontradas sobre la mujer que te dio la vida. Pero fue lo que me tocó experimentar hasta sentirme bien, a pesar de que no sé si algún día lo resolveré”, concluyó.