Leah Isadora Behn, la segunda hija de Marta Luisa de Noruega, ha sido la última royal en tener que salir al paso de los comentarios sobre unos supuestos trastornos alimentarios. A sus 15 años, sus redes sociales han servido para recibir el ataque de algunos usuarios que comentaban su físico y los problemas que podría tener con la comida.
Unos comentarios que ha desmentido tajantemente en un podcast en el que participaba recientemente: "¡No sufro ningún trastorno alimentario!", sentenciaba. El hecho de que su cuenta personal de Instagram acumule más de 34.000 seguidores lo pone muy fácil para hacerle llegar críticas negativas y ataques.
Pero, desgraciadamente, el hecho de que se relacione un físico delgado con ciertos problemas de alimentación no se deriva únicamente del uso de las redes sociales, ni siquiera con el tiempo actual.
En las últimas décadas, han sido muchas las mujeres pertenecientes a la realeza que han sido protagonistas de titulares que las relacionaban con supuestos problemas alimentarios. Tanto que incluso se conoce a la anorexia como 'el mal de las princesas', aunque muchas veces la delgadez de ciertas consortes se ha relacionado simplemente con los nervios previos a una boda, por ejemplo.
Sí hay tres casos en los que está documentado y diagnosticado que existió un problema alimentario; en dos de ellos, incluso, fue admitido por la propia protagonista. Una de ellas es Diana de Gales, cuya enfermedad ha vuelto a la actualidad por la cuarta temporada de 'The Crown'.
Otra es Victoria de Suecia, que ha hecho de la alimentación sana uno de los pilares de su trabajo dentro de la Corona. La última, la emperatriz Sissi, cuyos desórdenes alimentarios han ocupado muchas páginas de las numerosas biografías que se han escrito sobre ella. Sus trastornos, a diferencia de las otras dos, se debían exclusivamente a una obsesión excesiva por el físico y a un enfermizo objetivo de mantener un peso de 50 kilos -medía 1,72- y 47 centímetros de cintura.
Su perfil, aunque lógicamente no se diagnosticó en la época, se correspondía al de una bulimaréxica, es decir, una persona que sufre bulimia y anorexia: atracones de comida, especialmente dulces, combinados con épocas de intenso deporte, rayando la obsesión, y ayuno. Ella misma se inventó una serie de hábitos y dietas, en las que incluía la sangre fresca de buey o la carne cruda. Y como suele pasar, este desorden alimentario también la afectaba en otras áreas de la salud mental; estaba más irritable y tenía muchos problemas de insomnio, lo que le hacía tener más atracones en momentos de ansiedad.
En el caso de Diana de Gales, conocimos sus problemas con la alimentación por ella misma, gracias a las conversaciones que mantuvo con su biógrafo, Andrew Norton, en 1991. “La bulimia comenzó una semana antes del compromiso. Mi marido puso una mano en mi cintura y dijo: 'Un poco gordita por aquí, ¿verdad?'. Eso disparó algo en mí. Imagínate, la primera vez que me midieron para el vestido nupcial tenía 73 centímetros de cintura. El día que me casé, medía 60. Me convertí en casi nada (físicamente) de febrero a julio".
Aunque no fue un problema puntual previo a la boda, muy al contrario, tuvieron que pasar años para que superara la enfermedad. "Comía todo lo que encontraba y lo vomitaba a los tres minutos. Estaba muy cansada. Cada vez más delgada y enferma". Este problema de Diana se refleja de forma tan explícita en la cuarta temporada de 'The Crown' que sus responsables decidieron colocar advertencias sobre la crudeza de las escenas en los créditos de cada capítulo donde aparecían.
El caso de Victoria de Suecia se conoció gracias a un comunicado emitido por la propia Casa Real en 1997. En él, se informaba de que la heredera padecía anorexia, un problema que llevaba arrastrando desde hacía unos años.
La presión que sentía en cada paso que daba y cada cosa que decía, además de la estresante vida que llevaba al haber asumido ciertas funciones como heredera, hicieron mella en ella. Tuvo que pasar algún tiempo hasta que, con un evidente cambio físico, los Reyes decidieron contar al mundo el diagnóstico de su hija mayor y apoyarla al 100% para que pudiera superarlo.
Victoria entonces aparcó sus compromisos oficiales y su inminente entrada en la universidad para marcharse durante un tiempo a Estados Unidos. Allí no solo se puso en manos de los mejores médicos y expertos para curarse, sino que podía disfrutar de un anonimato muy necesario que en su país no tenía.
La terapia psicológica y un buen plan de nutrición ayudaron a que superara esa difícil etapa, de la que ahora la heredera puede hablar abiertamente, siempre con la idea de ayudar a otras personas en su misma situación.
Fuente: vanitatis.elconfidencial.com