Durante 16 años, Roberto Devorik fue asesor y amigo de la princesa Diana de Gales. Dos décadas después, en 2017, el íntimo de Lady Di le confesó a Vanity Fair los secretos mejor guardados de la mujer que hizo temblar a la corona británica.
A continuación, los fragmentos de la entrevista de aquel entonces, en los que Devorik, entre otros sucesos, habla de la gran amistad entre la princesa y el Rey Juan Carlos, exmonarca de España.
Durante 16 años, Devorik supo antes que nadie todos los secretos que guardaba Lady Di. Beatrix Miller, la todopoderosa editora de Vogue UK durante dos décadas, los presentó en su despacho de Hanover Square en septiembre de 1980.
“Te presento a lady Diana Spencer, la futura reina de Inglaterra. Quiero que la ayudes con su armario”, le ordenó Miller. “Me temblaban las piernas. Faltaban seis meses para que se anunciara el compromiso real. Tuve que guardar el secreto como si fuera una cuestión de Estado”, reconoce Devorik.
En sus memorias, la editora de moda Grace Coddington recuerda cómo el compromiso de Carlos de Inglaterra y Diana puso patas arriba las oficinas de Vogue: “Lady Spencer consultaba intensamente al equipo de la revista sobre su ajuar y su real guardarropa. Los paparazzi se pasaban el día en la puerta de la revista con la esperanza de toparse con la novia”.
Hace 25 años la sociedad londinense seguía rigiéndose por el viejo sistema de clases británico. La ciudad no era internacional como en la actualidad. En ese escenario, Devorik destacaba. Era glamuroso, cosmopolita, guapo, divertido y maestro del buen vestir.
“Diana, que tenía que lidiar con los cortesanos de palacio y sus maneras solemnes, encontró en él a alguien entretenido e intrigante”, añade la ahora editora internacional de Vogue.
Menkes reconoce que Devorik fue un buen asesor de moda para Diana, y un amigo leal. De hecho, fue el único consejero de la princesa que penetró en su círculo íntimo, en el que estaban lady Rosa Monckton, entonces directora de Tiffany & Co.; el barón Peter Palumbo, antiguo compañero de polo del príncipe Carlos; Elsa Bowker, mujer del diplomático sir James Bowker; y Lucía Flecha de Lima, esposa del embajador de Brasil en Reino Unido.
“Nuestra relación trascendió la moda. Yo no era tan viejo como para ser su padre, pero sí para ejercer de su hermano mayor —subraya Devorik—. Ella tenía un defecto, o cualidad: era muy manipuladora con sus amistades, pero en el buen sentido. Era como si poseyera una cómoda con muchos cajones: sabía cuándo abrirlos y cerrarlos. No le gustaba mezclarnos. Así se aseguraba de que, si se peleaba con uno, no perdía al resto. Le aterraba la idea de perdernos”.
El empresario reconoce que sus comienzos como consultor personal de la princesa no fueron fáciles. “Diana no tenía sentido del estilo. Cuando iba de sport, estaba espléndida. Pero, al igual que todas las niñas bien inglesas de la época, prefería firmas locales como Laura Ashley o Susan Small en lugar de diseñadores internacionales”.
Tardó años en convencerla para que incluyera a Gianni Versace o Christian Lacroix en su armario. “Uno podía aconsejarla, pero solo escuchaba cuando tenía ganas. Y si oía algo que no le gustaba, dejaba de hablarte durante dos días. Luego te llamaba para almorzar o te enviaba una caja de chocolates de Charbonnel et Walker. Era su manera de pedir perdón”, dice.
—¿Qué hay de cierto sobre el flirteo entre Diana y el rey Juan Carlos durante los veranos mallorquines?
— [Risas]. El rey de España era muy atento con ella, quizá demasiado. Un verano le dijo que se parecía mucho a la periodista británica Selina Scott. Después de una de esas vacaciones, Diana me confesó que no le había caído muy simpática a la reina Sofía. Flirteó con Juan Carlos, pero inocentemente, como haría cualquier mujer. ¿Cómo no iba a hacerlo, si Carlos era como un cascote de hielo?
Más allá de lo vertido por Devorik, también hubo otras voces. En el año 2016, el guardaespaldas de Diana, Ken Wharfe, reveló confesiones que, supuestamente, le había hecho la princesa sobre el rey: “Juan Carlos es encantador, pero un poco demasiado atento, demasiado sobón. Es un mujeriego y sé que yo le gusto. Ha coqueteado, incluso delante de la reina”.
Fuente: vanityfair.es