Corría el 9 de diciembre de 1992, hace ya 28 años, cuando el entonces primer ministro británico, John Major, se presentó ante la Cámara de los Comunes para hacer un anuncio oficial sin precedentes: la separación de Carlos y Diana, príncipes de Gales.
En un comunicado redactado por el personal de Buckingham, Major comunicó al resto de parlamentarios la decisión del hijo mayor de la reina Isabel II y su esposa, aclarando que no pensaban en el divorcio, por lo que este paso no influiría ni en la posición de Carlos ni en la sucesión al trono, y tampoco impediría que en un futuro se coronara a Diana Spencer como reina.
Señalaban también que tomaban la decisión de forma amistosa y que ambos seguirían implicados en la educación de sus dos hijos, Guillermo y Harry, quienes estudiaban internos en Eton.
Era vital la importancia de comunicarlo cuanto antes a la nación. Tanto que incluso el primer ministro tuvo que cancelar una reunión crucial con el entonces presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors, para poder presentarse en Westminster y leer el anuncio de Buckingham.
Un anuncio que, a pesar del revuelo que causó tanto en el Parlamento como en la nación, tampoco tomó a nadie de sorpresa, puesto que se llevaba rumoreando de forma muy insistente en los meses previos, especialmente desde la publicación de Diana: su verdadera historia, la demoledora biografía de la princesa escrita por Andrew Morton, en la que se dejaba claro que no tenían un matrimonio precisamente feliz.
De hecho, llevaban mucho tiempo viviendo separados. Unos meses antes de aquel anuncio, la pareja había decidido abandonar Highgrove casi a la vez. Diana se mudaría al palacio de Kensginton con sus hijos. Carlos, por su parte, lo haría a Clarence House, donde vivía la reina madre.
Y todo eso escenificado en una imagen: la de Lady Di posando, sola, frente al Taj Mahal, a pesar de que estaba de viaje oficial por la India junto a su marido. Pero de cara al público, hasta el anuncio de John Major casi todo todo había seguido igual. De hecho, habían aparecido juntos en público solo unos días antes para cumplir con un acto de la agenda oficial de palacio.
El murmullo generalizado en el Parlamento al escuchar cuál había sido la decisión de Carlos y Diana y la impresión que dejó en la opinión pública no venían tanto por la noticia como porque se tratara del heredero y de aquella princesa casi perfecta. Pero también se ponía en entredicho la fortaleza de la institución monárquica.
Algunos políticos incluso señalaron que la separación podría significar el fin de la monarquía en Reino Unido y que la familia real había "oprimido el botón de su propia destrucción". Aunque 28 años después hemos visto que ese vaticinio no se cumplió, como tampoco aquella idea que daba Buckingham, señalando que los príncipes de Gales no estaban pensando en el divorcio.
Porque cuatro años después hubo divorcio. Uno costoso, largo y tormentoso, pero que al menos no afectó al respeto y la imagen de la reina Isabel.
Fuente: vanitatis.elconfidencial.com