Como The Crown intenta no detenerse en las historias que no afecten directamente a la reina, nos hemos perdido en esta cuarta temporada uno de los momentos más dramáticos en la vida de Diana de Gales: cuando su madre, Frances Roche, que abandonó el hogar familiar cuando Lady Di tenía seis años, se derrumbó por el matrimonio de Diana con Carlos de Inglaterra.
La princesa de Gales habló del tema con Andrew Morton en el imprescindible Diana: su verdadera historia, tras una reconciliación a medias y varios viajes familiares juntas. "Mi madre me decepcionó terriblemente con la boda (...). No paraba de llorar y decía que no podía con la presión". Quizás porque, en ese matrimonio, Roche veía un reflejo de su propio fracaso al intentar jugar a los matrimonios aristocráticos.
Roche, descendiente del linaje de los barones Fermoy, se había casado en 1954 con el vizconde Althorp, Johnn Spencer. Una boda que fue el evento social del año, bendecida con la presencia de royals, y que unía dos linajes cercanos a la Corona británica.
Frances tenía 18 años. Trece años, tres hijas y un hijo después, Frances protagonizaba un escándalo mayúsculo: se fugaba con Peter Shand Kydd, un empresario australiano, y dejaba el hogar y el matrimonio.
Un hecho tan poco royal que su madre, la abuela de Diana, la estricta Lady Fermoy, que podemos ver en The Crown enseñando a su nieta las lecciones de la corte, testificó en el juicio de divorcio a favor de Spencer, que se quedó con la custodia de los hijos. Diana tenía seis años cuando Frances se fue con el empresario, y ocho cuando ella y Shand Kydd se casaron.
La sombra de esas decisiones de su madre siempre estuvo en la vida de Diana, tanto en una infancia criada por niñeras y con fugaces apariciones de su progenitora (que vivía en una gran finca junto a su nuevo marido), como en los encontronazos con ella en la edad adulta.
Los dramas de Frances y sus intromisiones en la vida de Diana llevaron a que la princesa y la aristócrata se retirasen la palabra en varias ocasiones: tras la boda con Carlos, como ya señalamos, cuando estuvieron "tres o cuatro años sin hablarnos", como le contaba Diana a Morton. Como en los últimos años de Diana, que murió sin haber retomado el contacto con su madre. Entre medias hubo una reconciliación que incluyó unas vacaciones doradas en familia con Harry y Guillermo en la isla del millonario Richard Branson.
En aquel momento Shand Kydd había dejado a Frances por una mujer más joven, aunque la historia que se vendió a los medios es que el matrimonio no había podido soportar la presión mediática que les trajo la boda de Carlos y Diana y, especialmente, que Diana se convirtiese en la princesa superestrella.
También, era otra forma de Frances de echar las culpas sobre Diana, algo que tendía a hacer. En la boda con Carlos, en su segundo divorcio y en las decisiones de Diana tras divorciarse ella misma.
Pero al filo de los noventa, con Roche redivorciada (en 1988) y Diana planteándose una separación que necesitaba pero a la que era reticente (porque no quería para sus principitos lo que ella había pasado con sus padres), madre e hija se reconciliaron.
En 1992, la insistencia de Frances de entrometerse en los amoríos de su hija llevó a que Diana volviese a retirarle la palabra. La reconciliación esta vez fue imposible: la indiscreción de Frances en 1997, que iba contando cotilleos de su hija a las revistas del corazón, llevó a que Diana muriese meses después como había vivido casi toda su edad adulta: sin hablarse con su madre. Un año antes, en 1996, a Frances le habían retirado el carné por conducir borracha con 60 años.
Frances se convertiría al catolicismo y se dedicaría a las causas benéficas, con un último giro irónico del destino: el día que fue a testificar en el juicio contra el ex mayordomo de Diana, Paul Burrell, por haberse apropiado de un montón de objetos personales de la familia, unos ladrones entraron en su casa de Escocia, donde vivía retirada, y se llevaron sus joyas. Murió a los 68 años, a un funeral al que asistieron sus nietos Guillermo y Harry, pero no su exyerno, Carlos de Inglaterra.
Fuente: revistavanityfair.es