Al abrir la puerta del prolijo departamento lo primero que se observa es una gigantografía tamaño natural de la dueña de casa. Al lado, cual guardiana, una perra de peluche -también de tamaño real- la secunda.
"Osita llegó a mi vida en el 2008 cuando ella tenía tres meses", dice Sabrina Ravelli (34), ante la atenta mirada de su compañera perruna, que ya tiene 12 años.
"Con Osita no hacemos colecho. No me gusta que los perros suban a la cama. E incluso me ha pasado alguna vez de querer abrazarla y subírmela por un ratito, pero me mira y se baja ella sola. Le digo 'pero vení con mamá', la subo y no hay caso, no le gusta ni la cama ni el sillón".
-¿Cómo fue ese primer encuentro?
-En ese momento yo vivía en México y ella era muy chiquitita, una bola de pelos hermosa. Me acuerdo que me dijeron si quería que la bañaran antes de llevármela y les dije que sí. Estaba llenísima de garrapatas y pulgas, entonces se me ocurrió sostenerla mientras la bañaban y ahí ella venía conmigo, como si fuera su mamá. Después subimos al auto y cuando llegamos a la casa no se me despegaba.
-¿Se adaptó rápido a su nuevo hogar?
-Y... al rato que llegó hizo "pipí" en la habitación entonces yo le dije "Osita, esto no, no". Le agarraba el hocico y le mostraba más o menos cerquita lo que había hecho y la llevaba al jardín y le mostraba dónde se hacía. Y aprendió. O sea, en una palabra ella aprendió todo. Le enseñé a sentarse, también a dar una vuelta, a dar la patita.
-¡Hace de todo!
-Sí, encima Osita ha vivido ya en trece hogares. Nació en México, después nos vinimos a Buenos Aires con quien era mi pareja en ese momento, me separé, también vivió con mi tía y un poco con mi mamá y mi papá, cuando me iba de gira con alguna obra de teatro y así.
-La mimás mucho y vemos que tiene todo un kit con sus cosas, ¿podés enumerarlo?
-Ella tiene su platito rosa para su alimento y también su platito rosa para el agua. Tiene un collar con un colgantito que dice "Llamá a mi mamá" y los teléfonos atrás por si se pierde. Tiene todo su set, que incluye colchoncito.
-¿No hacen colecho?
-No. No me gusta que los perros suban a la cama. E incluso me ha pasado alguna vez de querer abrazarla y subírmela por un ratito, pero me mira y se baja ella sola. Le digo "pero vení con mamá", la subo y no hay caso, no le gusta ni la cama ni el sillón.
"A Osita ella le podés dejar por ejemplo un pollo al spiedo delante de sus ojos, con todo ese olorcito riquísimo, y le decís 'no lo toques' e irte y volver a las seis horas y el pollo va a estar intacto. Realmente es muy obediente".
-¡Qué respetuosa!
-Sí. Mirá, a ella le podés dejar por ejemplo un pollo al spiedo delante de sus ojos, con todo ese olorcito riquísimo, y le decís "no lo toques" e irte y volver a las seis horas y el pollo va a estar intacto. Realmente es muy obediente.
-¿Qué sentís por Osita?
-Para mí es como mi hija. Tenemos una afinidad y un amor enorme. Nos entendemos absolutamente. ¿Viste eso que dicen que los perros se parecen a los dueños? Dicho y hecho, en este caso es cierto. Nos llevamos increíble, nuestra convivencia es espectcular y no molesta para nada, es una dulce, una tierna. Osita es lo más.