El gran mérito de Roberto Moldavsky (58) es haberse animado a hacer lo que muchos fantasean y no tienen el valor de concretar: renunciar a una monótona y segura vida para arriesgarse a hacer lo que en realidad amaba.
Tras vences sus miedos, meditarlo mucho, recibir el apoyo de sus hijos, y el inestimable impulso de Sebastián Wainraich, a sus casi 50 años Moldavsky se la jugó por dar el salto al vacío de venderle el negocio de camperas a su socio y enfocarse en su carrera de comediante: "Soy el ejemplo viviente de que se pueden hacer cambios de grande y que hay que apostar a hacer lo que a uno le gusta", asegura tras haberse llevado un verdadero pleno de ruleta.
Consolidado como un referente ineludible del humor, Roberto descree del destino y analiza su éxito en una entrevista con Ciudad: "Se empezaron a desencadenar cosas muy fortuitas sin que yo haga algo, como llevar un CV… Las cosas se fueron dando así. Encadenándose una con otra. Tuve la suerte de que las personas indicadas me vieron en el momento indicado, y también la habilidad de hacerlas reír". En ese punto, descata a sus amigos Wainraich, Gerardo Rozín y Gustavo Yankelevich, quien además es su representante.
Luego de una larga y forzada ausencia de los teatros por las restricciones que impuso la pandemia de coronavirus, el ex participante de MasterChef Celebrity se entusiasma por el estreno de El Método Moldavsky, donde comparte el escenario del Apolo con Eial, su hijo filósofo y guionista del espectáculo: "Es un show completamente nuevo. No tiene nada que ver con El Candidato o Reperfilado, porque además es otra coyuntura, otro momento del país y del mundo".
"Cuando yo lo empecé a hacer, cuando decidí que me iba a dedicar a esto no pensaba que me iba a venir a buscar Gustavo Yankelevich, o que iba a estar en un teatro de la calle Corrientes. Pensaba que iba a ser un cable a tierra para mí, y que con algunos eventos privados me iba a sostener y tratar de crecer".
"Es un espectáculo que mezcla humor y música, donde tenemos varios ejes temáticos. Uno es la actualidad con el humor político. Después, son monólogos sobre cosas que todos podamos identificarnos, que hayamos vivido durante el encierro. La música está muy en función de todos los textos, con mi banda, La Valentín Gómez, y cierra muchos de los momentos de mi show. Además, estoy con mi hijo Eial, que además de ser coguionista, armamos sketchs juntos. Hay distintas dinámicas, monólogos, sketchs y música. Todo eso es el Método Moldavsky", explica.
-¿Cómo es trabajar con tu hijo?
-Nos llevamos muy bien. Obvio que no siempre estamos de acuerdo, pero nos llevamos muy bien. Para mí es un placer laburar con él. No sé para él… Pero como me preguntan a mí, lo digo yo.
-¿Cómo fue el cambio de ser vendedor de camperas a ser un referente del humor, a tus casi 50 años?
-Con el diario del lunes la decisión fue genial, pero en ese momento, a mis 50, con hijos… Tenía algunos pensamientos sobre responsabilidades, obligaciones. Era complicado. Pero me daba cuenta de que era un tren al que me subía o no me iba a subir nunca. El cambio era muy fuerte por el estilo de laburo, de la certidumbre. Todos los artistas pueden decir que es un laburo que nunca sabés qué te va a pasar. Pero tantas veces les había dicho a mis hijos que hagan lo que les guste, que sean felices en el laburo, que me di cuenta de que iba a ser un buen ejemplo. Del lado de mis hijos tuve un apoyo increíble hasta hoy.
-¿Te costó tomar la decisión?
-Fue muy difícil. En general la idea es que los cambios son para los jóvenes. Antes uno decía con orgullo que estaba 30 años en una empresa, y ahora los pibes tiene otra rotación, ellos mismos quieren largar el laburo. Cuando alguno me dice que le hubiera gustado cantar, o bailar, les digo que lo hagan. Porque cuando yo lo empecé a hacer, cuando decidí que me iba a dedicar a esto no pensaba que me iba a venir a buscar Gustavo Yankelevich, o que iba a estar en un teatro de la calle Corrientes. Pensaba que iba a ser un cable a tierra para mí, y que con algunos eventos privados me iba a sostener y tratar de crecer. Soy el ejemplo viviente de que se pueden hacer cambios de grande y que hay que apostar a hacer lo que a uno le gusta.
"Vivir de comediante me cambió en lo personal, hasta en lo afectivo. Me separé de la madre de mis hijos y estoy en una relación nueva. Todo cambió mucho. Creo que viví muchas vidas muy distintas, pero con esta me quedo hasta el final".
-¿Toda la vida fuiste chistoso?
-Yo desde chico era el gracioso de los grupos donde estaba. De hecho, me anoté en el curso gratuito de stand up de la Amia pensando en eso, divertirme, hacer algo, buscar un cable a tierra de algún tipo, porque estaba encerrado en el negocio con muy poca perspectiva intelectual y creatividad. Me pudieron haber recomendado hacer yoga o tejido crochet, pero hice este curso. Incluso era para más jóvenes, tuve que mandar un texto y una persona se apiadó, me dijo que le gustó el texto, que vaya igual. Fue toda una serie de hechos muy casuales. Siempre fui de tener buen humor, era el payasito en las fiestas de la familia.
-¿Cuáles fueron esos hechos casuales?
-Por ejemplo, alguien grabó un video de esa presentación, y se lo hizo llegar a Jorge Schussheim, que lamentablemente falleció el año pasado y fue guionista de Tato Bores. Él empezaba un show, me llamó… Se empezaron a desencadenar cosas muy fortuitas sin que yo haga algo, como llevar un CV… Las cosas se fueron dando así. Encadenándose una con otra. Otro día vino Fernando Bravo a ver ese show, ahí me propuso ir a la radio. Ahí me vio Gerardo Rozín, me llevó a la tele y le dijo a Yankelevich "andá a ver a este tipo", y ahí me llevó al teatro. Pero no hice el camino que debería haber hecho de golpear puertas y vender mi laburo, sino que se fue dando.
-¿Creés en que ese era tu destino?
-No es que sea un negador total, puede ser que exista el destino. Pero yo no tengo la certeza de que haya sido el destino. Pienso que si hago reír es posible que el que salga del teatro hable de mí, que me recomiende, más allá del destino, o de una u otra cosa, es todo muy pequeño. Uno le dice al otro, y al otro y ya está. Más cuando hacés reír, que es algo que llama la atención y se empieza a correr la bola rápido. Tuve la suerte de que las personas indicadas me vieron en el momento indicado, y también la habilidad de hacerlos reír.
"Yo no cambié nada de lo que era mi vida. Tengo pocos amigos del ambiente artístico, no es que voy a fiestas. Diría que mi amigo es Gerardo Rozín, Sebastián Wainraich, paralelamente por un amigo en común tengo buena onda con Fernán Mirás".
-Con tu experiencia de surferar las crisis económicas ¿cómo cuidás el dinero ahora que te va bien?
-Trato de ahorrar lo que puedo. Tengo una vida muy tranquila, si bien me gusta salir mucho y soy bastante gastador, no es que tengo un auto último modelo o vivo en una casa increíble. Soy muy tranquilo. Me gustaba mucho viajar, pero ahora no se está pudiendo. Yo ahorro…podría meterme en negocios por todos los amigos que tengo en Once, que me dicen de invertir, pero no me complico la vida porque después lo padezco. Prefiero ir más liviano. El negocio que tenía se lo vendí a mi socio.
-¿Te cuesta decir que no?
-Al contrario. Con Gustavo Yankelevich decimos más veces que no de las que decimos que sí. Le dije que no a muchas cosas tentadoras, incluso desde la guita. Somos más del no. Se tienen que dar muchas condiciones para que acepte. Lo de la tele era con Lizy Tagliani, yo quería trabajar con ella, encontramos el espacio donde podía estar. Fue muy pensado, nos reunimos varias veces. MasterChef Celebrity estaba muy divertido, nos parecía que podía ser gracioso. También hacía mucho que no hacía nada porque estábamos en la pandemia. Es más, a veces me critican que diga que no. De hecho, hacía radio pero me tomé un tiempo porque hacía teatro y tele, y cuando me ofrecieron volver no lo acepté. Con Yankelevich somos de meditar mucho y pensar en la carrera, no en el trabajo puntual. Él siempre me dice que tengo el voto de oro, la decisión final. Tenemos una relación que pasa lo laboral, comemos juntos y hablamos de la vida.
-En el medio, debutaste en cine junto a Jorgelina Aruzzi en Excasados.
-Nos habían acercado varios guiones, y ese nos gustó a Gustavo y a mí y decidimos hacerlo. Yo disfruté mucho hacer cine, porque aparte estuve con Jorgelina y dirigidos por Sabrina Farji, que es directora de actores. Yo me sentí bárbaro, me encantó, aprendí. Para mí fue fantástico.
"Tengo barba desde los 19 años y hoy está de moda. La empecé a usar y nunca más me la saqué. (...) En momento me dejé una barba medio candado, pero da muy de garca, y me di cuenta de que no iba".
- Después de 10 años en un kibutz en Israel, 20 como vendedor en el Once y 10 como humorista. ¿Creés que te queda otra vida diferente por vivir?
-Ojalá viva de comediante hasta los 100 años, firmo ya. Vivir de comediante me cambió en lo personal, hasta en lo afectivo. Me separé de la madre de mis hijos y estoy en una relación nueva. Todo cambió mucho. Creo que viví muchas vidas muy distintas, pero con esta me quedo hasta el final.
-¿Hace mucho que estás en pareja?
-Es un tema que trato de evitar para no herir susceptibilidades…
-¿La fama te hizo más atractivo?
-Es obvio que la tele, la radio y el teatro, no sé si te hace alto, rubio y de ojos celestes, pero te da otra exposición. Además, crea una fantasía sobre vos, porque alguien que te va a ver al teatro se muere de risa y dice "yo necesito a este tipo en mi casa toda la semana". Alguna vez a la salida alguien me lo ha dicho. Pero yo salgo de acá y me duele la muela, me pasan cosas. Hay una fantasía con cualquier famosa o famoso, que muchas personas se hacen. Más con las redes que alguna cosa contestás.
"Quisiera tener mi programa de radio y eso es algo que pienso estar más cerca de que pase, de convencer alguna radio o a alguien. Pero me gustaría participar o tener un programa de humor en televisión. Eso me encantaría".
-¿La popularidad te cambió?
-Yo no cambié nada de lo que era mi vida. Tengo pocos amigos del ambiente artístico, no es que voy a fiestas. Diría que mi amigo es Gerardo Rozín, Sebastián Wainraich, paralelamente por un amigo en común tengo buena onda con Fernán Mirás. Me llevo bien con la gente del Stand Up. Pero todos los domingos voy a la casa de un amigo de la adolescencia, nos reunimos con algunos con los que vivimos juntos en Israel. Ellos son mis amigos, mi cable a tierra. No cambié nada de nada.
-¿Por qué mantenés la barba?
-La tengo desde los 19 años y hoy está de moda. La empecé a usar y nunca más me la saqué. La tuve más larga, más corta, trato de tenerla más prolija ahora. Pero siempre tuve barba, desde que me empezó a crecer. En un momento me dejé una barba medio candado, pero da muy de garca, y me di cuenta de que no iba. Me había querido afeitar para broncearme, no sé qué me había agarrado, pero me llevo muy bien con la barba. Hace poco mis amigos me cargaron mandándome una foto mía de bebé con barba. Y no creo que vaya a abandonarla. Ahora hay barberías, creo que soy un pionero, porque cuando se me caen los pantalones también viene de moda los tiro bajo, la barba…, creo que en cualquier momento se viene la panza.
-¿Qué sueño te gustaría cumplir?
-Me gustaría hacer un programa de humor en televisión. Por ahora nadie me lo propuso, pero me gustaría. Además, quisiera tener mi programa de radio y eso es algo que pienso estar más cerca de que pase, de convencer alguna radio o a alguien. Pero me gustaría participar o tener un programa de humor en televisión. Eso me encantaría.
"Wainraich me vino a ver a Boris, un club de jazz donde trabajaba. Y le pidió conocerme al dueño del lugar, fuimos a almorzar y me dijo 'largá todo, largá el Once y dedícate a esto. Cambiá de contador, ármate un monotributo y todo. Dedicate a esto, me hiciste reír un montón. Tenés que dedicarte a esto'".
-¿Qué humor disfrutás más? El que hacés en radio, teatro o televisión.
-Disfruto más de hacer humor en el del teatro por escándalo. La radio y la televisión no te dan feedback. La radio solo un poquito de tus compañeros. En tele nunca sabés qué está pasando. Prefiero siempre el teatro.
-¿Cuál fue el consejo de Wainraich que te cambió la vida?
-Hace muchos años Seba me vino a ver a Boris, un club de jazz donde trabajaba. Y le pidió conocerme al dueño del lugar, fuimos a almorzar y me dijo “largá todo, largá el Once y dedicate a esto. Cambiá de contador, ármate un monotributo y todo. Dedicate a esto, me hiciste reír un montón. Tenés que dedicarte a esto”. No digo que por eso lo hice, porque venía pensándolo, pero escucharlo a Sebastián me empujó más.
-De ahí quedaron amigos…
-Claro. Incluso con Rozín tenemos un grupo de WhatsApp los tres que se llama “¡Qué desgracia!”, porque Wainraich contó que la madre cada vez que le llevaban un postre decía “¡qué desgracia!”, y es muy de moishe ver desgracia hasta en la alegría. Por eso le pusimos así al grupo, compartimos mucho y cada tanto nos juntamos a comer. Seba es un gran tipo, me invitó a su serie, perticipé un poquito. Lo quiero mucho a Wainraich.