A pocos días de editarse Estamos como somos, el libro póstumo de Tomás Bulat, su familia habló de la importancia que significó este trabajo para el querido economista y cómo es vivir con el recuerdo presente.
“Este libro es el primero que soñó escribir. Encontré archivos del 2003, 2004. Pero en esa época le pedían trabajos de economía, y esto es más sociológico. Ese fatídico 31 de enero, las pruebas del libro quedaron en la editorial. Faltaba corregirlo. Me pidieron permiso. Dije que sí, que no, que sí, que no… y finalmente sí. Me trataron muy bien, con paciencia”, contó Carina Onorato (44), la mujer de Bulat, con quien tuvo a Lucía (17) y Fausto (12), y con quien crió a Santiago (21), fruto de una anterior relación del economista.
“A Tomás lo extrañamos todo el tiempo. Y para mí las noches son más difíciles. Hay un minuto fatal, desde que abro los ojos hasta que me meto en la ducha. Después me activo. Y además… ¿sabés qué? ¡Quiero mi vida anterior, quiero que me devuelvan mi vida! Extraño sus abrazos, reírme con él".
En diálogo con la revista Gente, contó lo difícil que fue aceptar que ese texto vea la luz: “No sabía si estaba forzando su persistencia, su nombre, si no evitaba dejarlo ir. Senté a mis tres hijos. El chiquito, Fausto, el que hablaba menos y vive el dueño de manera más silenciosa, me dijo: ‘Hay que publicarlo, porque a papá no le gustaban las cosas sin terminar’. Me pareció contundente. Y es el libro que Tomy hubiera soñado. Es respetuoso de su historia. Era mi marido, mi amor… Estuve casi 20 años con él y no quiero que desaparezca. Si dejó esto, que se conozca”.
A 9 meses de su muerte, la esposa de Tomás conmueve con sus palabras: “Lo extrañamos todo el tiempo. Y para mí las noches son más difíciles. Hay un minuto fatal, desde que abro los ojos hasta que me meto en la ducha. Después me activo. Y además… ¿sabés qué? ¡Quiero mi vida anterior, quiero que me devuelvan mi vida! Extraño sus abrazos, reírme con él. Yo no tengo padres, ni hermanos, ni estructura... Toda la responsabilidad de estas tres criaturas -económica, emocional y educativa- es mía. El duelo que me lo agenden para otro mes: tengo que pagar cuentas. Perdí hasta la capacidad de disfrutar”, dijo.
“Me gustaba prepararle la comida. Siempre le hacía la cena; lo esperábamos los cuatro. Era un momento especial, una ceremonia. Él venía a la cocina, me abrazaba, abría un vinito. Desde que no está, no cociné más. Una vez me puse a hacer unas pizzas y me angustié mucho”, agregó.
"Una tarde que llovía mucho cancelé todas mis ocupaciones y vacié el placard. Hice tres bolsas: una para regalar, otra para que vieran sus hijos y otra para mí: unas corbatas, gemelos, el smoking, el traje con el que se ganó uno de sus tres Martín Fierro, relojes, una camiseta de Estudiantes con la que fue a Dubai en el 2009, y unos suéteres gigantes. En especial uno que uso cuando tengo frío. Espero no tener que lavarlo nunca, porque lo abrazo y todavía siento el olor de Tomy”.
En cuanto a su infancia, Carina reveló una historia dura que le tocó vivir antes de conocer a Bulat: “Nací en una villa llamada Don Arturo, en San Juan. Mi papá nos abandonó a mi madre, Marta, y a mí, cuando yo tenía días de vida. Mi mamá no terminó el secundario: trabajaba mucho. Pero tenía una cabeza de otro mundo. Yo la recuerdo siempre leyendo”.
Por último, habló sobre las cosas personales de quien fue su gran amor: “Una tarde que llovía mucho cancelé todas mis ocupaciones y vacié el placard. Hice tres bolsas: una para regalar, otra para que vieran sus hijos y se quedaran con lo que quisieran, y otra para mí: unas corbatas, gemelos, el smoking, el traje con el que se ganó uno de sus tres Martín Fierro, relojes, una camiseta de Estudiantes con la que fue a Dubai en el 2009, y unos suéteres gigantes. En especial uno que uso cuando tengo frío. Espero no tener que lavarlo nunca, porque lo abrazo y todavía siento el olor de Tomy”, cerró.