"Celebro la maternidad todos los días de mi vida porque me costó tanto que me levanto a la mañana, la veo, y todavía no lo puedo creer. Qué ironía porque justamente tuve que creer mucho y en muchas cosas", evoca María Fernanda Callejón (53) en la comodidad del sillón del living de su casa, ubicado en la zona norte del Gran Buenos Aires, mientras dialoga con Ciudad.
Mientras tanto, Giovanna (4), impecablemente vestida y con su carita preciosa y vivaz, juega, muestra sus chiches y escucha atenta a su mamá.
#ExpertxsEnPañales, la sección en la que los famosos presentan a sus hijos, visitó a María Fernanda y su hijita para celebrar con ellas este Día de la Madre.
En pareja con Ricky Diotto (39) desde hace casi nueve años y casados hace cinco, la actriz reveló cómo es su vida familiar, de pareja, cómo es la relación con Gio y el vínculo casi metafísico que la une a su mamá, Grazia Pizzuto, fallecida en 2009.
-Luego de tanta búsqueda para lograr tu sueño de ser mamá, quedaste embarazada y empezó la parte de darte las inyección de heparina para controlar tu trombofilia, ¿cómo lo viviste?
-Sentía que tenía que creer en las herramientas que me estaba dando la vida y el universo para que ella llegara: contra todos los pronósticos y también contra la trombofilia, justamente. Cada inyección que me daba la tenía que transformar en una inyección de vida. Por eso celebro este sueño todos los días. Estoy feliz. Giovanna es mi vida entera.
-¿Cómo es tu vida con ella, cómo te encontraste como mamá?
-Estuve mucho tiempo haciendo terapia y buscando herramientas para no tener culpas, para no tener miedos y llegó Giovanna y volvieron los temores, las culpas. Es inevitable. Me encontré haciendo cosas que por ahí no me gustaban de mi mamá o de mi papá. Algunas elijo no repetir, que está bueno también.
Cómo se ve como mamá: "Estuve mucho tiempo haciendo terapia y buscando herramientas para no tener culpas ni miedos y llegó Giovanna y volvieron los temores, las culpas. Es inevitable. Me encontré haciendo cosas que por ahí no me gustaban de mi mamá o de mi papá. Algunas elijo no repetir, que está bueno también".
-¿Cómo fueron tus padres?
-He tenido unos padres divinos, pero muy presentes y estrictos en el sentido de que me sabían poner los límites. Yo tengo un grave problema con eso. Me cuesta mucho ponerle límites a Giovanna. Me puede con esa carita y también me pesa la historia. Lo importante es no negarse a eso. También como mujer y como mamá me pregunto si está bueno que me pase y sí, siempre está bueno. Hasta cuando te pasan cosas malas está bueno.
-¿Cómo es Gio?
-Es una niña muy estimulada, siempre fue muy decidida. Cuando vivíamos en Capital la llevaba a un jardín maternal, pero absolutamente didáctico. No es que solo la cuidaban, sino que la mandaba unas horas porque me quedaba muy cerca y, a pesar de que vivíamos en un departamento muy cómodo, sentía que ella estaba como encerrada. Y también me parece que los chicos deben estar con sus pares, porque en su vida está rodeada de adultos, entonces me parecía que aprendía mucho. Al principio me daba cosa, incluso miraba en las redes y capaz me "mataban" con los comentarios, pero bueno...
-¿En quiénes te apoyás para la crianza de tu hija, además de Ricky?
-Y mirá, su madrina, que es la hija más chica de mi hermana, vive en Necochea; mi hermana, en Córdoba; la abuela, en La Plata (aunque viene muy seguido); así que medio que la estoy criando solita. Y con mi mamá que me ayuda, que está acá. La siento. Todo el tiempo. Mi madre estuvo presente en mi búsqueda, en mi larga búsqueda. Estuvo presente en todos esos momentos que yo pensaba que iba a caer y desde algún otro lugar ella me volvía a levantar. También elijo creer que Ricky llegó a mi vida porque ella me lo mandó, elijo creer que ella "es una mosca". De hecho, los estaba esperando y ella apareció de esa forma. Yo esto ya lo conté en El Diario de Mariana: el día que me casé apareció un moscardón zumbando, el día que nació Giovanna en el Sanatorio Otamendi pasó lo mismo, no podíamos sacar una mosca que estuvo con nosotros los cuatro días que estuve internada. Y yo siempre digo que si llego a ser el uno por ciento de lo que fue mi mamá con nosotras dos, estoy súper hecha.
-¿Sentís que entre tu mamá y Gio hay un vínculo?
-Sí. La siento, siento que cuida a Giovanna, que la protege desde algún lugar. Es más, yo solamente le hablé dos veces a Giovanna de mi mamá, muy naturalmente. Le dije que ya no estaba, que estuvo enfermita. Pienso seguir hablándole y contándole para crear ese vínculo, porque físicamente no está. Y, ¿sabés lo que hace Giovanna desde que empezó a hablar más fluidamente? Se levanta a la mañana y me dice "¿vos sabés que 'la Nonitita' me estaba contando que tal cosa?". El primer día que me dijo eso me quedé. Me tomó de sorpresa, porque hasta ahora solo le hablé dos veces, pero Giovanna me habla de ella como si mi mamá estuviera acá. Y cuando yo hacía yoga con ella en la panza, mi profesora al terminar siempre me pedía que visualice y a mí siempre me pasaba que la veía a mi mamá jugar con ella. ¡Y yo creo que juegan! Porque Gio viene y me cuenta cosas y charlas. Y me pregunto: "¿jugará con mi mamá?", ¡ay, ojalá!
-¿Cómo es Ricky como papá?
-Ricky es un padrazo. Tanto a él como a mí nos movilizó mucho ser padres. Cuando uno viene de una búsqueda como la nuestra viene desgastado, si bien creíamos fervientemente que se nos iba a dar, veníamos con una carga de cinco años. Lo veo que resuelve, siempre hablamos de que somos un equipo. Acá no hay diferencias de roles. Nos vamos complementando y lo que no podemos resolver seguramente en el futuro haremos lo posible para resolverlo. Él es un gran papá y se conecta mucho con Giovanna desde todos los lugares. Comparten la música, él ya le cantaba desde la panza, con esa parte artística de Ricky.
"Cuando nació Giovanna pensé que no me entraba tanto amor en el cuerpo, estallaba de euforia, de felicidad, de una mezcla de sensaciones, y el amor crece cada día más. Digo "ay, Dios, no me va a alcanzar la vida para amarla tanto". Nunca pensé que iba a ser tanto y tan fuerte".
-¿Cómo están ustedes como pareja?
-Gio cumplió cuatro años y hace un año que estamos intentando volver a ser lo que éramos como pareja. Pasan muchas cosas en el medio, bien en el medio. Literalmente el medio es Giovanna. A veces pasa que llega Ricky a la noche cansado del laburo, que le demanda muchas horas porque se va seis y media de la mañana y vuelve a eso de las nueve y media de la noche, y Gio se mete en todo: grita, mueve cosas, hace todo lo posible como buena leonina (nació el 14 de agosto) para que nosotros podamos hablar. Recién ahora está entendiendo que papá y mamá tienen una vida, que nos gusta divertirnos, salir, compartir. Remamos mucho para ser los mejores papás del mundo, pero puede fallar. Y si fallamos, es humano y también está bueno que ella lo aprenda cuanto antes.
-Si pudieras describir con palabras lo que sentís por tu hija, ¿cuáles elegirías?
-Cuando nació Giovanna pensé que no me entraba tanto amor en el cuerpo, estallaba de euforia, de felicidad, de una mezcla de sensaciones, y el amor crece cada día más. Digo "ay, Dios, no me va a alcanzar la vida para amarla tanto". Nunca pensé que iba a ser tanto y tan fuerte. En la dulce espera mirás tu panza y estás queriendo ver su carita y después cuando nace decís "no paro de amarla ni un microsegundo de esta vida". Y es tan maravilloso que hasta duele. Pero no me fui de este mundo sin ser mamá. Lo logré. Y cuando el deseo es genuino, se puede.