La opinión súper ácida de Jorge Rial sobre los acontecimientos grandes de la televisión argentina volvió a posarse sobre Nicolás Repetto, y más específicamente sobre su revolucionario éxito con Fax. Picante como de costumbre, el conductor de Intrusos aprovechó para en un solo movimiento golpear a Aptra y a Nico por la ceremonia de los premios Martín Fierro de 1992.
“Repetto fue el primer ganador del premio Martín Fierro de Oro. Que fue comprado...”, disparó Jorge sin que su afirmación causara la más mínima sorpresa entre sus compañeros. Tras una pausa, insistió y subió la apuesta: “Ese Martín Fierro de Oro fue comprado y esto lo sabe todo el mundo. Es uno de los dos premios Martín Fierro de Oro que fueron comprados”.
"El programa se merecía el premio Martín Fierro de Oro, pero lo aseguraron. Por si venía otro y lo compraba".
Recién ahí, Adrián Pallares reaccionó entre risas: “El otro no lo digas, por favor. Hoy no, ¿para qué?”. Y para tranquilidad de Pallares, Rial lo calmó: “No. Cuando llegue el momento lo diré”.
Entonces, desarrolló la anécdota vintage: “Era el primer premio Martín Fierro de Oro y era importante. La intermediaria fue una mujer, y no voy a dar más nombres. Pero sé el precio, dónde se negoció, cómo se pagó, todo”. Y enfatizó: “Esto no le quita ningún valor a Nicolás ni al programa, por Dios. Pero también en cada edición de los premios Martín Fierro se guardan premios para los canales que lo transmiten, por la razón lógica de que los transmiten y hay dos o tres que les dan a los canales”.
Muy polémico, Jorge hizo estallar otra bomba a pura ironía: “Fíjense en los noticieros, que son lo que llena de orgullo a todos los gerentes de programación. A programas de mieR… como nosotros, nunca. Ningún gerente de programación se pone orgulloso de un programa de mier… como este”.
De todas formas, al final Jorge Rial fue ecuánime con Nicolás Repetto por algo que, de haberse tratado de un delito, ya hubiera prescripto: “El programa se merecía el premio Martín Fierro de Oro, pero lo aseguraron. Por si venía otro y lo compraba. Pero lo tenía que decir, son verdades. Lo cuento cada tres o cuatro años y nadie vino a decirme algo, nunca se indignaron ni me lo desmintieron”.