Combina relax y trabajo en la ciudad de Mar del Plata. “Estoy semi de vacaciones”, aseguró Gustavo Garzón (61), quien de día disfruta de la playa junto a sus mellizos, Mariano y Juan (29), y por las noches se luce en el escenario del teatro Atlas con su personaje en la obra Casa Valentina. Allí, en La Feliz, el actor habló del final de su relación de 15 años con su mujer, Romina Hamra, y de la enseñanza que le dejó el cáncer de lengua que sufrió ocho años atrás.
“Me separé en noviembre. Fue un proceso, voy sintiendo que algo se apaga de a poco y cuando se apaga del todo, me voy. Trato de que no se apague, claro. No hubiera querido que se terminara un relación de 15 años. Romina es una persona que amé mucho y que sigo queriendo. Pero no me gusta sostener relaciones si desaparece lo esencial. Pudimos organizar nuestra vida de una manera perfecta, fuimos muy compañeros y nos amamos mucho, pero se apagó la llama del amor”, comenzó Garzón, en una entrevista con la revista Pronto.
"Me separé en noviembre. Fue un proceso, voy sintiendo que algo se apaga de a poco y cuando se apaga del todo, me voy".
“Estoy procesando esta cuestión. Me cuesta llevar adelante mi vida solo, no es sencillo. Pero prefiero eso antes que mantener una relación por comodidad. Me costó mucho, pero logré separarme. Estoy conforme con mis decisiones: si no hubiera podido hacerlo, no me sentiría bien conmigo mismo. Se me complicó un poco la vida, pero tengo el corazón en paz”, completó sobre la separación.
"El cáncer tiene origen en incidentes emocionales. Entonces me ocupé de ver cuáles eran las cosas que emocionalmente me dañaban".
Además, Garzón habló de la dura lucha que emprendió contra la enfermedad. “El cáncer tiene origen en incidentes emocionales, además del cigarrillo. Y yo dejé de fumar. Dicen que si uno logra descubrir cuál fue el incidente emocional que dispara la enfermedad, tiene una parte de la cura asegurada. Entonces me ocupé de ver cuáles eran las cosas que emocionalmente me dañaban. Hice terapia, pedí ayuda, leí muchísimo. Y en los seis meses que duró la quimioterapia intenté saber cuáles eran esas emociones que estaba procesando mal y me estaban enfermando”, aseguró.
“Hay que tratar de que los problemas no se metan en el cuerpo. Y si se meten, hay que detenerlos. Como me dijo el psicólogo, hay que aprender a decir que no con dulce de leche. Hay que aprender a convivir, a negociar, a acceder, a aceptar y estar atentos a lo que pide el cuerpo y la psiquis. Trabajar mucho no enferma; hacerse problemas con el trabajo, con las mujeres, las exmujeres, los hijos, sí. Si uno lo sabe llevar, todo es lindo. Pero se vuelve un problema, tenés que estar atento a modificarlo, porque puede acabar con uno”, concluyó Gustavo.