El director argentino Gastón Duprat despertó hoy el interés del público del festival español de cine de Valladolid (Seminci) con Mi obra maestra, una película muy esperada tras el éxito cosechado hace dos años en el mismo certamen con El ciudadano ilustre, galardonada entonces por partida triple.
Rompedor, irreverente y transgresor, el arte contemporáneo ha roto moldes hasta convertirse en un pingüe negocio como forma de inversión y ornato social, una variante que Duprat examina en Mi obra maestra, una coproducción hispano-argentina.
Lejos de cualquier intención moralizadora o carga ética, Duprat opta por una sátira de índole burlesca por medio de una comedia ácida y lúdica, pero también reflexiva.
"El mundo del arte en la película es un escenario de fondo de una historia de amistad. Además, los actores son amigos en la realidad y nunca habían trabajado juntos, así que todo fue más fácil a la vez que una gran experiencia", matizó el director argentino en una rueda de prensa.
Un galerista, especulador sin escrúpulos; un pintor arruinado y un joven cooperante idealista de una ONG configuran el triángulo de una historia que transcurre en Buenos Aires y, al final, en la provincia de Jujuy.
Por la película desfila el submundo del arte contemporáneo vinculado a la especulación, las modas y unas cotizaciones elevadas de las obras por la connivencia de críticos, marchantes y artistas, a lo que sucumben grandes empresarios y la elite social.
"Hay un sentimiento de fondo en la película y es la visión que existe en Argentina del europeo que acude a América Latina de turismo solidario", según el director, una actitud "un poco hipócrita, ya que refleja la realidad de que hay ayudadores compulsivos que necesitan que haya gente mal para cumplir su rol de redimirse".
Duprat ganó los galardones Espiga de Plata, mejor guión y Premio del Público en la Seminci en 2016 con El ciudadano ilustre.
Fuente: EFE.