En el inicio de ATAV 2, Antonio (Toni Gelabert) y Segundo (Tato Quattordio) se dan cuenta de que su amistad es en realidad amor y lo descubren a través de un beso, que tardaron nada menos que siete años en repetir.
Siguiendo los acontecimientos del episodio ocho de la novela de eltrece, los jóvenes se han quedado empantanados con el automóvil mientras iban a visitar a la tía de Antonio, que vive en el campo, a contarle que Pedro ().
Los jóvenes llegaron empapados a la casa de la mujer, que los obligó a quitarse la ropa y el calzado para que no le arruinen “la pinotea” de la casa, por lo que ambos se quedan dormidos y desnudos.
ANTONIO Y SEGUNDO REEDITARON EL BESO QUE TARDARON SIETE AÑOS EN REPETIR
Al despertar, Antonio le cuenta a Segundo que su tía se fue “al pueblo a comprar un par de cosas”. “Estamos solos”, le advierte el joven a su amigo, y le advierte: “He estado esperando siete años para revivir este momento”.
“Te quiero besar”, le dice Antonio a Segundo, que no ofrece resistencia pese a que la situación familiar lo presiona a dejar de lado su amor por él. “Hacelo”, se resigna Antonio, y ante la pregunta de su amigo de si está seguro, asiente con su cabeza.
Pero cuando la concreción de este amor parece ser un hecho, Segundo se despierta para darse cuenta de que todo ha sido un sueño y de que la tía de su amigo lo está viendo, al tiempo que le desea un “buen día” y le cuenta que este se fue a buscar el auto.
SARA DDESCUBRE EL SECRETO DE SEGUNDO Y ANTONIO
Mientras tanto, en la ciudad, la empleada doméstica de la casa de los Machado le cuenta a Sara (Gloria Carrá) que encontró algunas cosas de segundo mientras limpiaba el garage, entre las cuales aparecieron unas cartas, que resultaron ser las que le escribió Antonio desde España confesándole su amor.
Al leer una de ellas, Sara descubre la verdad sobre el vínculo entre su hijo y su supuesto amigo, y entonces decide darle una orden tajante a Doris. “Andá al quincho, ponelas en la parrilla y quemalas. Que no quede ninguna”, le dice.
Cuando Segundo regresa a su casa, su madre le cuenta que quemaron las cartas, aunque sin confesarle que leyó una de ellas. El joven, devastado, se recluye en su habitación, pero a los pocos minutos Doris golpea la puerta y le entrega las cartas, intactas. “Me imagino que son importantes para usted, así que no las quemé”, le dice.