Históricamente, los perros se divierten cuando su amo les tira la pelota: la acción les genera alegría, corren a buscarla y vuelven rápido para que se la tiren otra vez. Para mucha gente, es una escena totalmente cotidiana y parte del paseo de todos los días. Sin embargo, algunos especialistas en comportamiento canino vienen advirtiendo que este juego, tan común y aparentemente inofensivo, puede traer complicaciones si no se usa de manera adecuada.
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En redes sociales empezó a instalarse un debate que, a simple vista, sorprende: ¿puede un juguete tan clásico ser perjudicial para la salud física y emocional de un perro? El adiestrador Alan Peidró dice que sí, y explica que el problema no es el objeto en sí, sino el modo en que se usa.
Según Peidró, la pelota activa un sistema de excitación que algunos perros no saben regular. Eso los lleva a correr desenfrenadamente, a obsesionarse con el juego y a no poder relajarse después, algo que a largo plazo puede convertirse en un problema de conducta o incluso en una lesión física.
Por qué una pelota puede ser un problema
Cuando un perro corre atrás de una pelota una y otra vez, su cuerpo entra en un estado de alerta sostenido. No es un simple “se divierte”: es una activación constante que sube pulsaciones, genera adrenalina y puede derivar en obsesión.Muchos tutores interpretan esa conducta como “energía”, pero en realidad puede ser ansiedad disfrazada de juego.

Los giros bruscos, los frenazos y los saltos mal calculados también tienen un costo físico. Las articulaciones —sobre todo codos, caderas y columna— reciben impactos repetitivos, algo que con el tiempo puede derivar en lesiones de rodilla, problemas lumbares o sobrecargas musculares.
A eso se suma un factor emocional: algunos perros quedan tan enganchados con la pelota que pasan todo el día esperando ese momento. No saben frenar solos, no regulan la excitación y, cuando la pelota no aparece, se frustran.
Qué recomienda Peidró para un uso saludable
El adiestrador es claro: la pelota no tiene que desaparecer, pero sí usarse con conciencia.
- Hacer sesiones cortas.
- No repetir lanzamientos sin pausa.
- Intercalar juegos físicos con juegos mentales.
- Reforzar la calma cuando el perro baja revoluciones.
- Variar actividades para evitar obsesión.
En pocas palabras, el juego debe ser una herramienta para el bienestar, no una fuente de estrés.
Alternativas más sanas al juego de pelota
Muchos perros disfrutan actividades más equilibradas y menos excitantes:
- Juegos de olfato.
- Rompecabezas caninos o alfombras de búsqueda.
- Caminatas con exploración libre.
- Ejercicios simples de obediencia lúdica.
- Juegos de arrastre controlado (tug) con reglas claras.

Estos estímulos “mentales + físicos” cansan más que correr detrás de un objeto y, además, generan menos impacto físico.
El equilibrio como clave
El mensaje principal no es prohibir la pelota: es entender qué les pasa a las mascotas mientras juegan. No todos los animales reaccionan igual, pero muchos pueden caer en un círculo de sobreexcitación que genera ansiedad, frustración o lesiones.
La clave —según Peidró— es encontrar un punto medio: un perro cansado, pero no pasado de revoluciones; feliz, pero no obsesionado; activo, pero también capaz de relajarse.
La pelota puede ser parte del plan, pero nunca el único recurso. Un perro que aprende a jugar, a pensar y a descansar es un perro más sano, más equilibrado y, sobre todo, más feliz.



