En los años 80, Mr. T fue una de las figuras más reconocidas de la televisión mundial. Su irrupción en el cine ocurrió en 1982 como Clubber Lang en Rocky III, donde se enfrentó a Sylvester Stallone.
Pero su consagración llegó un año después, con el personaje de B. A. Baracus en Brigada A, un rol que lo convirtió en ícono absoluto del entretenimiento de la época.
Con su característica cresta mohicana, kilos de joyas doradas colgando del cuello, orejas y manos, y una actitud desafiante, Mr. T (nacido Laurence Tureaud, hoy legalmente Laurence T) se volvió símbolo de fuerza, carisma y rebeldía. Su personaje en El Equipo A era un veterano de Vietnam con corazón solidario, que formaba parte de un equipo de mercenarios que ayudaba a inocentes en problemas. Participó en 97 episodios de la serie entre 1983 y 1987, marcando a toda una generación.
CÓMO ESTÁ HOY MR T DE “BRIGADA A”
Además de su carrera como actor, Mr. T tuvo una activa participación en la lucha libre profesional, y llegó a frecuentar la Casa Blanca, siendo recibido por el entonces presidente Ronald Reagan y su esposa Nancy.
Fue también un referente para la comunidad afroamericana y promotor de campañas contra las drogas dirigidas a jóvenes, ganándose un lugar como figura positiva y de inspiración.

LA BATALLA MÁS DIFÍCIL: SU LUCHA CONTRA EL CÁNCER
En 1995, la vida de Mr. T dio un giro al ser diagnosticado con un linfoma de células T, una forma de cáncer que él interpretó como una prueba espiritual.
Profundamente creyente, afirmó en una entrevista con FOX News: “Antes decía ‘yo creo en Dios’, pero después del cáncer empecé a decir ‘yo dependo de Dios’”. Esta enfermedad lo obligó a alejarse de los reflectores por varios años.

Superada la enfermedad, Mr. T cumplió recientemente 73 años y sigue generando impacto entre sus fans. Se mantiene activo en Instagram, donde comparte fotos de su época dorada y mensajes de fe, humor y reflexión.
Con su estilo inconfundible, sigue siendo un ícono cultural para quienes crecieron viéndolo repartir justicia con frases inolvidables como “I pity the fool!”.