Muchos se preguntan cómo Dante Gebel logró convocar a figuras como Ricardo Darín, Guillermo Francella, Adrián Suar, Jorge Rial, Moria Casán, Graciela Alfano, Diego Peretti, El Puma José Luis Rodríguez, Fátima Flórez, Marcelo Tinelli, Carlos Villagrán, Mario Pergolini (también su productor ejecutivo) y muchos otros más, y el conductor de La Divina Noche de Dante respondió sin tapujos antes del gran estreno del sábado a las 23.15 por eltrece.
Sin embargo, la clave de su éxito no está en la semana de vacaciones en un hotel cinco estrellas de Los Ángeles con todo pago, sino en su forma de encarar a los entrevistados, y es algo que también explica en una charla íntima con Ciudad, donde hace pícaras referencias a Alejandro Fantino y Susana Giménez.
-¿Cómo hacés para tener invitados de tanto nivel que hasta Susana Giménez estaría celosa?
-Lo que pasa es que hay una diferencia abismal, y es que Susana está en Argentina, en Buenos Aires y hay que llevar a la celebridad hasta Buenos Aires. Siempre es más fácil traerla hasta Los Ángeles. Al menos más glamoroso.
-Así lográs reportajes casi imposibles.
-Claro. Hay una figura que no puedo mencionar que me decía, “yo no lo hubiese dado nunca en Buenos Aires, pero Los Ángeles tiene algo”. Y se vienen acá, a Los Ángeles, pasan una semana, se van a los parques temáticos. Tiene su glamour, tiene su cosita. Y llegan ablandados a la nota. Eso es extraordinario.
-¿Es una estrategia psicológica para sacarles mejores declaraciones?
-Llegan relajados. Y sienten que literalmente somos anfitriones. No ven a un periodista Intentando sacarle un título. Una cosa es una persona que se baja del auto, que lo mandaste a buscar para que llege al estudio y al que le decís “después del corte vas vos”. Termina el programa y se va.
-¿Y tu forma cómo es?
-Bajan del avión, los llevamos a un hotel, si les gusta la playa, cerca de la playa. Si quieren Universal Studios, o hacer un tour por Disneyland, le damos todo para que vayan con todo pago y le ponemos chofer. Entonces, cuando pasan tres o cuatro días y se les equiparó el jetlag, se sientan y dicen “¿de qué querés que hablemos?”.
-Un mimo increíble.
-Se genera otra sinergia, hay otra simbiosis. Es diferente a la premura de un programa en vivo, donde literalmente tenés que sacar ya una nota. Y después se tiene que ir.
-A muchos de los invitados ya los entrevistaste anteriormente. ¿Eso para vos es una desventaja?
-Es a favor porque la mayoría son amigos, conservamos la relación y nos escribimos durante todo el año. Entonces cuando llegan no te pueden decir no a algo. Obvio, no hay zancadillas periodísticas, no hay hay golpes arteros. Pero no por eso hace menos rica la entrevista.
-¿Preguntar sin ir al hueso no es contraproducente como periodista?
-Todo lo contrario. Al estar relajados, al no estar blindados, al bajar las defensas te abren el corazón. Te cuentan cosas que dicen después “che, esto no lo hubiese dicho nunca”. Se olvidan del contexto. Se olvidan que están en un microestadio, porque no vuela una mosca.
-¿Se podría decir que tu secreto es generar intimidad con el entrevistado?
-Sí. Así se logra un clima maravilloso y después cuando ves la nota decís “este no es el mismo Ricardo Darín que te rema las notas con tres, cuatro chistes a la salida de un teatro y se va”. O Francella, que a veces lo tenés medio encabronado. Encontrarás el corazón de la persona realmente abierta y eso se logra con todo este contexto.
-¿Cuánto duran las charlas? ¿Cuánto sale al aire?
-Hablamos una hora y queda un poquito menos de media hora. Pero lo hacemos así porque a veces yo voy editando en la cabeza, el director va editando también en su cabeza telepáticamente. Hay como un tempo. Vos vas por dentro y decís “esto no sirve, esto no va, está interesante, pero esto ya lo dijo”. Vas como editando en la cabeza. Después yo me reúno con el director y me dice “coincido en que los primeros 15 minutos son más de lo mismo”. Donde pasó el click con esa pregunta disyuntiva, y a partir de ahí fue otra persona.
-¿Lo percibís?
-Vos ves que hasta le cambia la mirada. Al principio todos te dicen, “voy a hacer temporada acá, vengo a hacer tal, la película tal”. Y vos googleás y encontrás eso en todas las notas. Pero tenés que sacar eso y que queda la edición pura de la esencia de la persona.
-¿Sos de seguir un formulario de preguntas prearmadas?
-No tengo nunca ninguna pregunta. Sí, me informo muchísimo sobre la persona que voy a tener delante porque no hay mejor halago o caricia al ego que saber más de la vida del entrevistado que él mismo. Ahí ya lo tengo porque se da cuenta de que no soy un tipo desinformado.
-¿Lo notás entre los colegas?
-Pasa mucho hoy. Tenés periodistas que te dicen “contame qué estás haciendo” y se ponen a mirar el celular. O sea, te dan ganas de decirle “¿Me vas a dar bola o no?”. Entonces, yo sé mucho de la persona, pero después escucho la primera respuesta y sigo por ahí.
-¿Ves otras falencias en los entrevistadores?
-También es un mal vicio del periodismo no escuchar al entrevistado. O sea, estás pensando en cuál es tu próxima gran pregunta y te perdés navegar en las aguas del alma de esa persona, porque te está diciendo “mi viejo era un tipo duro”. Y respondés “Ajá. ¿Vas a hacer cine?”. O sea, el otro se pierde en lo que te está diciendo.
-¿Sos de la repregunta automática para que se explaye más en profundidad?
-Tampoco me gusta exagerar en eso. No me gusta el “¡pará, pará, pará, pará!”. Tampoco me gusta el “¿Qué dijiste?”. Pero lo voy siguiendo. Yo nunca tengo un formulario de preguntas me siento muy Susana con el papelito.
-¿Tenés en mente personas que te gustaría entrevistar?
-Ahora estamos ahí en las últimas tratativas con el Papa, por ejemplo. Que me dice, “te la quiero dar”. Yo no quiero hablar de religión. Parece un contrasentido hablar con el Papa y no tocar la religión. Pero no hablemos ni de religión, ni de política. Vamos a conocer al hombre.
-¿Qué falta para que se concrete?
-Hay que enganchar que esté libre el Papa, porque no lo voy a traer a Los Ángeles. Se tienen que alinear los planetas para que podamos tener la entrevista.
-¿Cómo te definís?
-Artista. Siempre me sentí un artista porque creo que eso engloba mucho. Mi mamá siempre fue actriz y escultora. Cuando había que llenar el formulario de migraciones yo siempre ponía artista. A veces me pintaba periodista, pero después dije “artista engloba todo”. Lo histriónico, lo comunicacional. Mínimamente me siento que me identifica.
-¿Cuánto tiene que ver la Divina Comedia de Dante Alighieri con La Divina Noche de Dante?
-En cada entrevista de este ciclo los hacemos pasar por los tres círculos de Alighieri. Primero el infierno, después el purgatorio, y finalmente el paraíso. Tres momentos de su vida que se identifiquen con el infierno. ¿Cuál fue tu purgatorio? ¿De qué te arrepentís? ¿Y tu paraíso?