"Estoy feliz de ver a mi hijo. ¡Es un calco a mí!".
La sonrisa en el rostro de Diego Maradona (54) es similar a la que se le dibujó en su cara cuando levantó la Copa del Mundo en México 86. Pero esta vez, mal que le pese a los futboleros, lo que tiene en sus brazos es mucho más importante. Es su sangre. Es el menor de sus cinco hijos. Es Dieguito Fernando (1 año y 10 meses). Y los flashes de Ciudad.com captan antes que nadie ese momento de alegría del futbolista más grande de la historia.
Son las 22.30 en la Argentina y se escuchan los primeros bocinazos por Racing campeón. Pero en el barrio El Trébol de Ezeiza, el alboroto no es por el título de la Academia después de 13 años, sino por la presencia del Diez en la casa de Verónica Ojeda.
Una hora y cuarto antes, Maradona arribaba al Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini, desde Venezuela. Y lo primero que hizo Diego, como las últimas veces que pisó suelo argentino, fue ir al hogar donde vive Dieguito Fernando junto a su exmujer, acompañado por sus abogados, Víctor Stinfale y Matías Morla.
De buen humor, Maradona sale a la vereda a posar para la prensa junto a su hijo, pero esta vez sin Ojeda a su lado. No son los mejores días en la relación entre el padre y la madre de Diego Fernando, luego de que -a pedido del Diez- Rocío Oliva bloqueara a su archienemiga del WhatsApp de Diego. Para colmo, Verónica blanqueó nuevo novio, la muestra más clara de que su amor con el exfutbolista, tantas veces resurgido de las cenizas, esta vez se apagó. O al menos eso parece.
"Me quedo un mes en el país. Voy a pasar las Fiestas con mi familia. Y voy a hacer De Zurda con Víctor Hugo (Morales)", alcanza a decir Diego Maradona mientras mima a su hijo, con quien comienza a tener una relación más fluida, y su sonrisa se le dibuja en el rostro como pocas veces. Bien por él.