"Me casé y vivimos separados, juntos, separados, juntos. Capaz nos veíamos cada tres años, nos encontrábamos en París o en otras ciudades, todo muy descolocado".
Al evocar la figura de Marta Minujín, uno piensa en su pelo blanco, sus infaltables lentes aviador, su vertiginosidad y su locura. Pero jamás relacionaría a ese personaje verborrágico y efervescente con una mujer que lleva 55 años de amor junto la misma persona. Menos aún, con un hombre dedicado a algo tan lejano al arte como pueden ser los impuestos. Junto a Juan Carlos Gómez Sabaini, Marta formó una familia y tuvo dos hijos, Facundo y Gala, quienes la convirtieron en abuela hace ya algunos años.
“El amor y el arte son lo mismo, y cuando lo encontré le dije ‘yo estoy casada con el arte, pero también me caso con vos’. Y me casé y vivimos separados, juntos, separados, juntos. Toda la vida, pero pasamos mucho tiempo separados porque él es tributarista y también viaja mucho. Capaz nos veíamos cada tres años, nos encontrábamos en París o en otras ciudades, todo muy descolocado”, confiesa Minujín, mientras sorbe una lágrima en un café de Recoleta, donde posee una especie de cheque en blanco vitalicio para consumir, tras el mural que pintó en una de sus paredes (ver foto 10).
Recién llegada de los Estados Unidos, donde el prestigioso museo Guggenheim la eligió junto a otros 17 artistas latinoamericanos para adquirir sus obras -algo que ocurre por primera vez en 44 años, añadirá-, Marta se presta a la charla con Ciudad.com. Tras el velo infranqueable de sus lentes espejados, volcará conceptos sobre el amor, el arte y la televisión en ráfagas de una verborragia explosiva.
"Tuve como 20 vidas diferentes, viví en París, viví en New York, en muchos países en el aire, sin nada, sin valijas, sin cosas. Pero no tengo la concentración para armar un archivo y hacer un libro".
Asegurará haber vivido 20 vidas, todas rebosantes de anécdotas, pero que nunca se decidió a plasmarlas en un libro porque no tiene “la paciencia de pensar en el pasado”. “Yo no tengo años, siempre me quedé en los 25 porque me siento así. Tengo el mismo acelere que en ese entonces, no cambié. Yo no sé si soy grande, pero me creo grande. Siempre pensé que era una genia y que todas mis obras eran geniales, y si hablan mal de mí, no me interesa”, afirmará, sin vueltas.
En constante movimiento, denostará la estabilidad de un hogar. “Yo no tengo casa, soy homeless, mi taller es mi taller. Es un lugar de paso para mí, prefiero vivir en hoteles”, completará, mientras alterna con mano experta el manejo de su tablet con su smartphone.
- Sus cuentas de las redes sociales son muy activas, ¿cómo se lleva con la tecnología?
- No sé si me interesa tanto el Facebook, mucha gente dice cosas que no son interesantes y se pierde muchísimo tiempo. Se te llena el cerebro de gente que muestra su intimidad a través de lo digital. El arte queda y todo lo demás pasa.
- Hablando de arte, ¿qué artistas argentinos le gustan?
- Yo soy muy ‘yoísta’, para mí la única genia soy yo. Es muy feo lo que voy a decir, pero me parece que ya se hizo, no veo a nadie que rompa todos los esquemas. La década del ’60 fue crucial en todo, la revolución cubana, la minifalda, el hipismo, el boom latinoamericano. Cambió la historia de las costumbres y ahora ya están todas las puertas abiertas.
"Yo no tengo años, siempre me quedé en los 25 porque me siento así. Tengo el mismo acelere que en ese entonces, no cambié".
- ¿Tiene una conexión con otras disciplinas? La música, por ejemplo.
- Me gusta Johann Sebastian Bach y el rock, por supuesto. Almendra, Manal, Los Piojos, igual ahora en vez de escuchar música, escucho noticieros como melodías. La cumbia me encanta, me gusta la música latinoamericana, la salsa cubana. Me gusta mucho el rock, estuve en contacto con Jimi Hendrix, Janis Joplin, Johnny Winter, que eran mis amigos cuando vivía en New York. Después vine acá y estaban Tanguito, Luis Alberto (Spinetta) y tantos otros.
- ¿Alguna vez pensó en escribir un libro con todas esas anécdotas?
- Tuve como 20 vidas diferentes, viví en París, viví en New York, en muchos países en el aire, sin nada, sin valijas, sin cosas. Pero no tengo la concentración para armar un archivo y hacer un libro. Yo inventé el ‘underground’, pero ahora no sé cuál es el ‘underground’ porque ni lo encuentro en New York. Como que ese mundo de las drogas ya pasó todo.
- ¿Durante su juventud, tuvo algún amor con alguna personalidad?
- No, porque encontré al amor de mi vida a los 16 años y sigo con él. Se llama Juan Carlos Gomez Sabaini, es un genio en los impuestos.
"¡Antes que ser jurado del Bailando, me suicido! Me parece que Nacha (Guevara) tiene un nivel que podría superar ese trance y estar en otra cosa de más calidad. Tiene mucho para dar a nivel intelectual".
- ¿Y cómo es un amor tan dispar que mezcla el arte con los impuestos?
- Es el amor, es así. Es una onda de energía y la tenés que cuidar porque si te ponés promiscuo, se pierde. Yo me conecté con él y cuidé que esa conexión no se perdiera. Arte, amor, ahora.
- ¿Tiene un costado frívolo?
- La frivolidad me calma los nervios, me encanta la ropa, la gente linda, las modelos como obras actuales de estética. Me divierten. La gente ahora no está dedicada a la risa.
- ¿Le gusta mirar televisión?
- Sí, me gusta mirar más que nada películas y noticias. Miro ‘noticiosos’ de Europa y Estados Unidos cuando hago bicicleta fija. Y películas, la que estén pasando, pero no me meto en Cuevana o Netflix porque no tengo tiempo. Al cine casi no voy y no veo mucho cine argentino. Veo latinoamericano, no separo entre países, no me gusta ser tan local.
- ¿Programas de chimentos?
- Últimamente, me pareció que podría hacerse un estudio de la grosería. Me parece tan absurdamente grosero y repetitivo que no me interesa. Muchos son personajes pasajeros, no es que hagan algo nuevo y diferente. Son efímeros y hay millones. Pero no importa, si son felices que lo hagan. Lo único que me interesa es la vertiginosidad y el cambio. No que se pasen 10 años bailando para conseguir algo.
"Los programas de chimentos me parecen tan absurdamente groseros y repetitivos que no me interesan. Muchos son personajes pasajeros".
- Supongo que se refiere al Bailando, ¿lo ve de vez en cuando?
- No lo veo jamás. Me parece que Nacha (Guevara) tiene un nivel que podría superar ese trance y estar en otra cosa de más calidad. Tiene mucho para dar a nivel intelectual y no me gusta el nivel intelectual de esos programas.
- ¿O sea que no hubiera aceptado ser una jurado emérita?
- ¡Antes me suicido! Por más que me pagaran un millón de dólares no lo haría porque sería un sufrimiento atroz estar ahí y yo no quiero sufrir. No me divierte eso, me parece que lleva a la gente a un nivel en el cual yo no estoy interesada, nivela para abajo. Me parecen mucho más interesantes los programas de preguntas y respuestas, que tienen una exigencia mental.
- ¿Y participaría en una ficción?
-Eso sí, justo ahora me están ofreciendo hacer una intervención como yo misma. No podría correrme del personaje, estoy tan envuelta en mí mismo que no podría actuar de otra persona. Ahora me llamaron para hacer algo con Juan (Minujín, su sobrino). Es buenísimo como actor, tiene una entrega total. Eso, sí me gustaría.