Cuando arrancó la pandemia en los Estados Unidos, Reese Whiterspoon quiso hacer su aporte. Y en vez de donar dinero para apoyar a la ciencia o a los sectores más desprotegidos, se le ocurrió regalar a las docentes vestidos de su marca de ropa, entendiendo el esfuerzo extra que estaban realizando en los días de confinamiento.
Apenas empezó abril, su marca Draper James sorprendió desde su cuenta de Instagram con un notición: a modo de reconocimiento de su trabajo, invitaba a maestras y a profesoras a completar sus datos en un formulario hasta una fecha límite, para obtener a cambio una prenda gratis. El anuncio agregaba, entre paréntesis, que la oferta sería válida hasta terminar el stock de vestidos y que las “ganadoras” serían notificadas.
Era de esperarse: la propuesta fue un “éxito” en términos de convocatoria, la firma se vio desbordada y, muy pronto, los vestidos volaron de sus perchas. Pero a la actriz de Big Little Lies la movida le salió muy mal.
Indignadas porque se anotaron y no recibieron la prenda, tres profesoras alegaron ante la Justicia que el anuncio no advertía que las personas que se inscribieran en el plazo determinado entrarían en un sorteo por 250 atuendos, con lo cual, las posibilidades de ganar eran, según ellas, muy pocas.
De esta manera, las mujeres emprendieron una demanda colectiva en la que argumentaron que el costo total de los vestidos, que calcularon en unos 12.500 dólares, era un monto insignificante para una estrella como Whiterspoon y que, por ende, su acción parecía más un truco publicitario que otra cosa.
¿Y cómo respondieron desde la marca? Su abogado informó a través del portal TMZ que esta demanda buscaba “explotar injustamente las buenas intenciones de la empresa de rendir homenaje a la comunidad de profesores ofreciéndoles cientos de vestidos gratis".
"El hecho de que las existencias fueran limitadas y que por lo tanto no todas las profesoras que respondieron iban a recibir un vestido gratis fue revelado y no constituye motivo de demanda”, aseguró, para cerrar el tema.