Dispuesta a abrir su corazón, Ginette Reynal habló a fondo en Seres Libres (Crónica) sobre su adicción a la cocaína. En primer lugar, remarcó que espera que al rememorar una de las etapas más oscuras y tristes de su vida alguna persona que esté pasando por lo mismo tome conciencia de lo importante que es pedir ayuda.
"Es un deber. Hablo porque con que le llegue a una sola persona que esté del otro lado... La primera vez que me puse en pedo fue a los quince años con clericó. Si tenés una tendencia natural, es difícil no patinar. Tuve la bendición de que en mi familia paterna siempre se habló de todo. El primer porro que me fumé en mi vida fue con mis abuelos y mi padre. A los 16 o 17. En ese momento era el boom de todo eso. No es que eran unos zarpados... Eran gente muy abierta. Pero yo tenía la tendencia de la enfermedad de la adicción. Siempre luché contra eso”, contó.
Y recordó cuando su adicción "se puso seria", se potenció: "Cuando me puse de novia con un pibe que era tremendo. Nos drogábamos mucho juntos. Teníamos una 'relación pasional'. Esa pasión un día patinó y se fue a las manos. Literalmente. Me encerró en un cuarto y me fajó. Consumiendo los dos. Muy chicos... Yo tenia 20 o 19 años. Y me di cuenta que pasaba algo más grave. Pensé que el problema era la agresión, pero me di cuenta que yo no quería eso y pedí ayuda".
En ese punto, rememoró que acudió a su papá y que comenzó el sinuoso camino hacia la rehabilitación. "Me agarró mi papá. Ahí empecé a hacer terapia y la terapeuta me hizo ver que el problema no era la agresión sino que el descontrol, la adicción y al punto al que yo me permitía llegar. Así que mi lucha contra las drogas empezó desde muy chica. Pude parar, pero después de que se me murió mi marido fue la patinada final”, contó sobre la muerte de Miguel Pando en 2011.
"Vas cayendo en un pozo que tiene paredes de barro y vas patinando hacia adentro... Puse mucho cuidado en enmascarar muy bien"
Además, remarcó que hace 24 años dejó de tomar alcohol y nunca recayó. Sin embargo, con la cocaína le fue más difícil. "Dejé de tomar alcohol hace 24 años. Nunca recaí. Pero con drogas, cocaína, sí. Sentía que la podía dejar. ‘No, yo lo hago para divertirme’. Entonces como en ese momento solo tomaba en boliche o cuando salía... Era un viernes, después empezó a ser un viernes y un sábado y un día en la semana, sola. En mi casa, encerrada. Y vas patinando sin darte cuenta. Vas cayendo en un pozo que tiene paredes de barro y vas patinando hacia adentro... Puse mucho cuidado en enmascarar muy bien. Me jactaba de que no se daba cuenta nadie. Cuando me daba cuenta que me empezaba a poner más dura, me iba a mi casa y consumía sola. Hasta que me agarraron mis hijos. Yo creía que ellos no se daban cuenta. Y un día me agarraron mis hijos mayores y me dijeron ‘basta’. ‘¿Basta qué?’... Y ahí me agarró una vergüenza”, agregó, sincera.
Y le habló a aquellos que están sufriendo la adicción y desean rehabilitarse, ofreciéndoles su ayuda. "La cocaína hoy es el pasado. Algo que en sí mismo es nada. Es un poco de tierra. Es ‘hoy no’. Y el alcohol es un poco lo mismo. Trato de no ponerlo en las cosas. Yo no soy muy diferente que alguien que tiene anorexia o un adicto al juego... Por eso, creo que no está bueno ponerlo en la cosa. Porque no terminás de hacerte responsable por lo que te pasa. Si vos querés (salir de la adicción), escribime a @reynalgina. Pero tenés que estar muy incomodo y querer”, sentenció.